Las ágatas son piedras que sirven para asentar las energías y aportan equilibrio físico, emocional e intelectual. Ayudan a centrar y estabilizar la energía física. El ágata tiene el poder de armonizar el yin y el yang, las fuerzas positivas y negativas que mantienen al universo en su lugar. Es una piedra que calma y alivia, trabaja despacio pero aporta una gran fuerza. Sus múltiples capas pueden traer a la luz información oculta.
A nivel psicológico, el ágata facilita delicadamente la aceptación de uno mismo, fomentado la autoconfianza. Favorece el autoanálisis y la percepción de las circunstancias ocultas, trayendo a tu atención cualquier alteración que esté interfiriendo en tu bienestar.
Las ágatas potencian la función mental mejorando la concentración, la percepción y las habilidades analíticas dirigiéndote hacia soluciones prácticas. Emocionalmente sana la ira interna, fomentando el amor y el coraje para volver a empezar. Resulta útil para cualquier tipo de trauma emocional. Crea una sensación de seguridad disolviendo la tensión interna.
Espiritualmente el ágata eleva la conciencia y vincula con la conciencia colectiva. Anima la contemplación serena y la asimilación de las experiencias de vida conduciendo al crecimiento espiritual y a la estabilidad interna.
El ágata estabiliza el aura. Su efecto limpiador es poderoso y puesta cerca o encima del corazón cura las enfermedades emocionales que impiden la aceptación del amor. Situada sobre el abdomen, estimula el proceso digestivo y alivia la gastritis. Limpia el sistema linfático y el páncreas, fortalece los vasos sanguíneos y sana desórdenes de la piel.